Hace aproximadamente unos 2.600 años nació en Kapilavastu (el pequeño reino de los Sakias, situado en la frontera noroeste entre Nepal e India) el príncipe Siddhartha Gotama, un ser humano que iba a convertirse en una de las mayores personalidades espirituales de la historia del mundo. Su padre fue el Rey Suddhodana, cabeza principal del clan de los Gotama, y su madre la princesa Mahamaya, de un reino vecinal perteneciente al clan de los Koliyas. De la unión de estos dos reinos nació Siddhartha Gotama, el Buda (lit. el despierto).
En la antigua India era costumbre entre los nobles consultar a los sabios y astrólogos sobre la vida de los recién nacidos. Así pues el ermitaño Asita (el más sabio del reino) visitó al pequeño príncipe Siddhartha. Analizando los signos que rodearon a su concepción y nacimiento, anunció al rey Suddhodana que el príncipe llegaría a ser: "Rey de Reyes y Maestro de Dioses y Hombres".
Esta espléndida noticia produjo una gran alegría en el corazón del rey, pero también despertó un profundo temor en su espíritu. Que su hijo fuese rey de reyes le enorgullecía, pero que llegara a ser maestro de Dioses y hombres suscitó en él un profundo temor: no aceptaba la idea de que Siddhartha optara por una vida espiritual o religiosa y abandonara sus responsabilidades como futuro rey de los Sakyas. Así pues decidió ocultar al pequeño príncipe todos los aspectos dolorosos de la vida tales como la vejez y la muerte y lo agasajó con toda clase de placeres palaciegos.
El príncipe Siddhartha demostró ya en la infancia poseer una inteligencia privilegiada, algo que llenaba de orgullo al rey Suddhodana, pero realmente lo que le hacia diferente de los demás jóvenes era su carácter afable y benevolente, su gran bondad natural. El pequeño príncipe no participaba demasiado en los juegos bélicos infantiles de la época y a menudo permanecía solo, disfrutando de la naturaleza o en compañía de animales, que no mostraban ningún temor hacia él.
Alrededor de la vida de Buda sucedieron numerosos hechos extraordinarios. Cuando era sólo un niño, un día se encontraba en el jardín de palacio. Súbitamente, una bandada de cisnes salvajes cruzó volando por el cielo y de repente una flecha alcanzó a uno de ellos, que cayó justo a los pies de Siddhartha. El príncipe, lleno de compasión hacia el cisne, decidió curarlo y protegerlo hasta que se curara. Sin embargo, su primo Devadata (otro niño noble que vivía en el palacio), le exigía el cisne que había derribado con su arco. Siddhartha se negaba a dárselo, así que decidieron pedir consejo en la corte y decidir el futuro del ave.
Mientras formulaban sus dudas acerca de quien debía quedarse con el cisne y quién no, llegó a la sala un noble anciano que levantó un profundo respeto entre los cortesanos. El anciano dijo: "Lo que más aprecia un ser viviente es su propia vida, así pues lo justo es que el cisne se quede con aquel que protege su vida". Todos aceptaron gustosamente esa reflexión y el cisne vivió a cargo de Siddhartha. Lo extraño de ese suceso fue que nadie conocía realmente al anciano y nadie pudo encontrarlo nunca más.
A medida que fue creciendo como cualquier humano, disfrutó de todos los placeres temporales de su vida privilegiada. Su padre, viéndolo aún poco entusiasmado como futuro rey, decidió casar a su hijo rápidamente para que se sintiera atado a los hijos. Así Siddhartha tomó como esposa a Yesodara, la hija del rey Suprabuda (monarca vecino). Años más tarde concibió un hijo, pero antes de su nacimiento sucedió lo que despertaría totalmente el amor y la compasión del príncipe.
Una noche, Siddhartha descansaba sobre el regazo de su hermosa esposa contemplando el cielo estrellado. Los músicos tocaban exquisitas melodías y el príncipe pidió una canción especial a las cantantes. Una de ellas comenzó a cantar una canción que hablaba de tierras lejanas y hermosas, donde gentes de diferentes lenguas construían bellas fortalezas etc. Siddhartha se quedó estupefacto: ¿realmente existen lugares más bellos que estos palacios de mi reino? Mucho más bellos, mi príncipe, respondió la cantante, tan bellos que no hay palabras ni sonidos para describirlos. El joven príncipe decidió salir de su palacio para ver con sus propios ojos ese mundo que su padre siempre le había ocultado.
Salió tres veces de palacio; La primera vez descubrió la vejez, la segunda la enfermedad, la tercera vez descubrió la inevitable muerte de todo ser nacido. Estos descubrimientos turbaron profundamente la mente del príncipe: "todos los seres sintientes tienen que nacer, envejecer, enfermar y morir". Mi esposa, hijo recién nacido, todo el reino, el mundo entero sufrirá sin remedio...
Mientras reflexionaba sobre el sufrimiento y surgía en el un amor y compasión inconmensurables, apareció ante el un asceta errante. Este le contó que lo había abandonado todo para buscar la verdad que este mundo engañoso se negaba a ver. El asceta desapareció, y por fin el príncipe Siddhartha supo cual era su misión en la vida. "Dejaré mi hogar, buscaré la verdad y pondré fin a todo el dolor del mundo". Y así, seguro ya de sí mismo, montó en su caballo Kantaka y regresó a palacio. Esa noche, mientras el palacio entero dormía, se despidió secretamente de su esposa e hijo, y abandonó para siempre su reino, iniciando su camino espiritual. Contaba entonces con 29 años.
Como era costumbre en la antigua India, Siddhartha aprendió de grandes maestros indios las técnicas de adiestramiento mental, y realizó por si mismo todos los niveles de concentración conocidos, por lo que continuó su búsqueda, ya sin maestros, acompañado de cinco ascetas errantes que admiraban la determinación y fuerza de Siddhartha. Vivió sin techo, practicando la mortificación del cuerpo durante seis largos años, hasta que quedó demacrado, como un esqueleto viviente.
Un día, mientras estaba meditando cerca del río, pasó frente a él una barca con dos músicos que afinaban un instrumento de cuerda. El maestro le decía al discípulo: "Si dejas la cuerda demasiado floja no sonará bien, si la tensas demasiado se romperá…" Esas palabras hicieron comprender a Siddhartha que el camino de la auto indulgencia retrasaba el progreso espiritual, mientras que el camino de la auto mortificación debilitaban el cuerpo y la mente. Así descubrió el Camino Medio, libre de ambos extremos (Majjimá Patipadá).
Una joven pastora al ver a Siddhartha en ese estado tan lamentable le ofreció un cuenco de arroz con miel. Siddhartha lo tomó, bebió agua y lavó su cuerpo en el río. Descubrió una fuerza vital que ya no recordaba y con una determinación inquebrantable (Adhitthána) se sentó bajo el árbol Bodhi y se dijo a sí mismo: "No me levantaré de este lugar hasta que alcance mi meta, aunque mis músculos o huesos se rompan en mil pedazos, no dejaré mi meditación".
Meditando bajo el árbol de la iluminación, superando todos los obstáculos, experimentó directamente la cesación de todo sufrimiento, obtuvo la paz perfecta, la aniquilación total del ansia, el Nirvana. Tenía entonces 35 años. Se transformó en un Buda, un ser perfectamente despierto a la ilusión del mundo engañoso, y dotado de todas las cualidades bondadosas de un ser iluminado. Vivió hasta los 80 años.
Sunday, 14 September 2008
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